martes, 24 de febrero de 2009

BITÁCORA DE UN DEMENTE (PAG. Nº 32)

No fracasé demasiado, solo ensayé 200 maneras de cómo no encender una lamparita. (Edison)

¿La cama de Van Gogh es más elocuente que un libro entero?

El contacto anímico, la simpatía, la clemencia, el idioma vertiente de la voracidad intuitiva, las acotaciones ídem que dan pié a gestualizar con la mirada puntos suspensivos, las ñoñeses estilísticas del decir, las manías irónicas de la comicidad solapadas con la algazara del detalle bufonesco, los replanteos que despierta la complicidad imprevista de ciertas convicciones desaforadas (iba a añadir que no sería yo quien franqueara el limite estricto de las conveniencias) el vaivén de las pasiones, los patrimonios de la mesura, los apremios patológicos, las insinuaciones omitidas, las tentaciones irremediables, la obscena complacencia de brindarle mimos desordenados a la tibieza de su desnudes y permitirles copular a nuestras lenguas (tantas vagas marañas de alusiones insinceras) supongo que entorpecer nuestros instantes de normalidad es parte de la liturgia… en ciertos momentos el silencio es una distancia interminable.

Gota.

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