martes, 16 de octubre de 2007

¡¡QUE CAJETA!! EN UNA FOTO SALI FULERO Y EN LA OTRA SIN CABEZA

Que funesta resultaste ser, te prepare omelettes y me mandaste a ver si llueve abrumada de cachaza.

Con todo lo que no te contaron escribí un guión aún sin título pseudo autobiográfico. (Otrora, lo recuerdo, aspiré como quien aspira alcanzar una meta… ¿la metafísica tal vez? Oh, las causas primeras, las causas de las causas) confianzudamente aspiré y me excité al mirarla…que divina estabas esa noche ¿Cómo olvidar como me besabas?

No desprecio a los culicuncos, ni me interesa rodearme de zatrapastontoidescos, alguna vez estuve entre la espada y la pared, y otras veces disfrutaba verla mordiéndose los labios, quizás ella misma no se oía gimiendo, pero confiada en lo que sentía (me lo dijo) sabía que volaba.

Ahora (como esperando la carroza) amontono días amistosos y colecciono etcéteras. No soy sucesor de un linaje predilecto, pero comprendo el sentido de lo sublime. Detesto la caducidad de lo exclusivo, prefiero el deleite de la genuinidad. (no me dan pánico las supersticiones ni los sortilegios pero desconfío de la inquina de ciertas divagaciones)

Uuuuuhh, yeah… I love the sea… (Tengo mis problemas pero estoy de tu lado)

¿Melón? Por supuesto, pulgar arriba (su carcasa con sorbetes y cierta bebida espirituosa, seeeee!) ¿Entra usted? Catar el sabor de tus besos es sin dudas un alivio y una manera somera de disipar sensaciones borrascosas e insignificancias insípidas.

¿Mate sí, whisky no? ¿Y después?

(Me olvidé el taper con rimas en la casa de Garcilaso.)

Puta, me aventó el arroz con leche.

Tome la decisión y no me equivoqué…

“tenemos el habito-le dicen las musas de Hesíodo-de pronunciar cosas falsas que suenan como verdades, y de expresar la verdad cuando así lo preferimos.”

(Siempre expongo la verdad detrás de los ojos y todos la ignoran, suelo interpretarlo. Siempre retengo la mentira detrás de la sonrisa y todos la creen. No intento contradecirme.)

Empedocles arrojándose al Etna preso de ataques de melancolía.

Valery calculando que caudal de cosas se ponen en marcha en uno para lograr la más insignificante de las frases.

Indefectiblemente atribuirle culpabilidad a la vacilación es banalizar lo irrefutable.

¿Quién me alerto así, textualmente?

Antes de arrojarme al vacio quisiera recibir un apretón de manos.

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